Els fan a la sala Barts, del paral·lel. Hi vam anar amb la Rosa però primer en vaig equivocar i varem anar al carrer La perla 20. Per això varem fer una mica tard, Peró mai comença a temps. I nomes ens vare perdre uns minuts, potser 20. de fet dura una hora i 20 min. Com el llibre es curt. Uno de los fenómenos editoriales más importantes del pasado siglo fue el más transversal, el que gustó a grandes y pequeños y el que más se ha transmitido de generación en generación hasta la actualidad. Se trata de El principito de Antoine de Saint-Exupéry. El secreto del encanto de esta obra está en la magia del relato capturada episódicamente, a través de unos personajes muy variopintos, pero sobretodo por los valores que trascienden de éste. La obra, por su estructura de cuento, es un bombón para adaptarla de miles maneras al teatro. Y hacerlo a través del musical es sin duda un acierto mayúsculo si se acompaña la historia con una banda sonora que captive el espíritu lúdico por un lado, y el tono épico en el otro. Así lo han logrado Àngel Llàcer y Manu Guix, con la coproducción de La Perla 29, de El Petit Príncep en la sala Barts.
Llàcer y Guix llevan a sus espaldas todo tipo de producciones de musicales, des de producciones más indie como Què, el nou musical hasta el gran éxito de Gerónimo Stilton. Pero el reto de adaptar esta historia tan popular, se les antojaba mayúsculo, así se ayudaron de la pluma de Marc Artigau. El resultado es fantástico gracias a la partitura de Manu Guix de 16 canciones que narran episódicamente el viaje del principito y el aviador. El compositor capta bien el espíritu de la obra y mediante su propio sello (aquellos que vieron Gerónimo Stilton lo reconocerán) ha creado una obra musical equilibrada donde se alternan muy bien las piezas más divertidas (la canción del vanidoso, del matemático, del rey,…) con las baladas más épicas (la canción de la rosa, el aviador,…). La virtud del musical está en la gestión musical de las emociones. No empacha, no es meloso ni recargado, pero sabe cuando hay que subir el tono más emocional, en aquellos episodios más dramáticos y/o reveladores.
Asimismo, no nos imaginamos otras voces para este musical que las escogidas. La voz más importante, la del principito es la de un joven chaval que ya se ha fogueado en otras superproducciones como Els Miserables o La Bella i la bestia. Pero para preservar el misterio y la magia no vamos a descifrar su nombre, pues los creadores dan pocas pistas al público. Este es sólo El Petit Príncep. Y también es una joven voz a valorar. Natural, sin forzar, una voz perfecta para el momento (ya está cambiando al estado adolescente). Además el chico sabe bailar. A su lado brillan también dos actores que dan una buena lección de lo que se entiende por interpretación vocal. Son Xavi Duch y Marc Pociello, quienes se mutan en todos los personajes que el principito se va encontrando a lo largo del viaje, en un ejercicio que tiene mucho de Comedia dell’arte. Uno se maravilla como Pociello interpreta el borracho (tierno y dramático por igual) y luego se pone la piel del zorro, igual que Xavi Duch se luce aún más para parodiar al vanidoso, se transforma en un geólogo barítono o en un matemático que escupe a velocidad de vértigo miles de operaciones mareantes. Cualquier mortal se asfixiaría, pero Duch puede con todo. También hay espacio para esta producción para una voz femenina, la voz de la rosa. Elena Gadel proyecta su voz de terciopelo para interpretar una de las mejores canciones del musical. Fascinante, muy emocionante. Si hay en el elenco alguien que vive y siente la obra en sus carnes, es sin duda su director Àngel Llàcer, quien se reserva para sí mismo un papel que le va como anillo al dedo, el aviador. Su interpretación no es irónica ni bufonesca,es el personaje del adulto que trasciende de la seriedad a la ternura. Su transformación espiritual llega al clímax en la canción donde descubre todo lo que ha aprendido. Y lo canta a los cuatro vientos con potencia y proyección de voz fantástica.
La obra de Saint-Exupéry tiene asociada una iconografía definida a través de las acuarelas que el mismo autor pintó en su periplo estadounidense. Estos dibujos se proyectan en una pantalla y en unas dunas móviles que a modo de mapping van dibujando el viaje a través del cambio de escenarios dándoles la profundidad necesaria. Todo este fantástico trabajo está realizado por la gente de Desilence Studio. La escenografía viene acompañada de un diseño de luces preciso que se distribuye por toda la sala.
Las fechas son muy adecuadas para dejarse llevar por la magia y la emoción de esta historia musical. Aún así, no puedo dejar escapar la oportunidad de dudar de la idoneidad de ciertos pasajes de la obra original. Todo lo que acontece en el episodio del encuentro del principito con el zorro esconde una moral perversa fácil de malinterpretar. ¿La amistad viene por la domesticación de uno sobre el otro? ¿Dónde queda la tolerancia hacia la diferencia? Pero esto requeriría de un análisis textual mucho más profundo que no acontece en este espacio. Por lo que se refiere al espectáculo, Llàcer, Guix y Artigau lo bordan en todo momento. Así, un hombre mayor se abrazó a Llàcer en el número final en que los actores saludan a todos en el patio de butacas. Así refulgían los ojos de los más chicos al salir.