diumenge, 26 de gener del 2014

Cendres

El pasado viernes asistímos a una modesta, peculiar e interesante representación teatral en el Cafè-Teatre La fonteta de Sant Feliiu de Codines. Se trata del primer montaje de una compañía del Moianès llamada Arbredecabra y es el resultado de la fusión de diversos fragmentos de varias obras de Bertolt Brecht. Como no podía ser de otra manera, su argumento es brechtianamente conciso: tres prostitutas ofrecen sus servicios en el vagón de un tren en plena Segunda Guerra Mundial.
Cendres se propone como una representación que rompe las fronteras del escenario para promover la agitación activa del público y así hacer, entre otras cosas, más próximo el discurso dramático. De este modo cada puesta en escena corre el grato riesgo de ser bastante diferente a la precedente. En consecuencia, el resultado depende siempre en buena medida de la respuesta de los asistentes a cada actuación. El riesgo no es despreciable, pero en mi opinión merece la pena exponerse a él sin reparos. Y lo digo con conocimiento de causa, puesto que la sesión a la que yo asistí contó con no mucho y más bien gélido público, circunstancia que lamenté ya que que me consta que en otras ocasiones el desmadre ha sido mayor y la satisfacción general, de público y actores, considerable.
Como puede suponerse, Cendres ofrece muchos de los recursos formales y estéticos predilectos de Brecht, así como un texto que posee por sí mismo un peso tremendo teñido de melancolía y refrendado en una parte nada desdeñable por su posible extrapolación a nuestro tiempo, es decir, por su actualidad. En cualquier caso, quien decida ir a ver Cendres tal vez quiera saber que en ella encontrará humor cabaretero tendente a más de una desinhibición y asimismo canciones que conducen bellamente a la tristeza, pero también una reflexión sostenida, cerebral y diáfana no precisamente festiva. Y es que bien poco festiva puede resultar la constatación, tan contemporánea, de que cualquier ser humano es perfectamente intercambiable por otro mediante la indiferencia más rotunda que quepa imaginar. Tal es el valor de la vida humana desde hace décadas en nuestro mundo mercantilmente hedonista caracterizado por lo que el filósofo  Slavoj Žižek ha denominado, con buena puntería descriptiva, “la metástasis del goce”.
El sabroso potaje brechtiano de Cendres, realizado por Araceli Enrech, no carece de virtudes, pero al mismo tiempo adolece de un punto débil: algunos eslabones de la cadena narrativa no están bien remachados, lo cual lastra un poco, de forma puntual, la ilación narrativa. En cuanto a los tres actores -Sílvia Martín, Joan Adrover y Laia Costa-, dan vida a sus personajes con una pericia técnica muy por encima del mero aprobado y de mucho de lo que se da por bueno por estos andurriales nuestros. Lo cual resulta muy meritorio, puesto que del trío que forma Arbredecabra sólo una de sus integrantes, Martín, es actriz profesional.

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